martes, 25 de enero de 2011

DE LA INCERTIDUMBRE A LA PERMANENCIA. LAS CONTRADICCIONES DEL SIGLO QUE NOS ENVUELVE.



Este domingo en el País aparecía un listado de lo que definían como los mejores libros de cambio de siglo. En la lista me chocaron dos excelentes ensayos, que creo merecidamente recomendados, uno “La corrosión del carácter” de Richard Senet y otro “La dominación masculina”, del recientemente fallecido Pierre Bourdieu.
Y ¿qué es lo que me choca?: la profunda contradicción, o quizás no, del pensamiento de base que fluye en uno y otro. Mientras Senet nos realiza un recorrido y un relato excelente sobre el devenir de un trabajo que se ha vuelto inconsistente, incierto, de paso y que pierde su fundamento de creación de la identidad, todo ello frente a la realidad estable del viejo trabajo <para toda la vida> que situaba al individuo ante un futuro previsible y domeñable, en la medida en que no saliéramos de la rutina. El otro, el de Bourdieu nos sitúa ante la permanencia del poder simbólico paternalista, ante la, que parece eternizarse, relación de dominación del hombre sobre la mujer.
¿Cuál es el signo real del nuevo tiempo? ¿La inestabilidad, la liquidez de Bauman, la estructuración de una sociedad que sorprenda cada día, de un mundo cambiante, de  nuevas polinomias sociales, o la permanencia en el tiempo de las lacras sociales, una sociedad que cambia para no cambiar?
Es posible que quizás ambos acierten en su mirada crítica sobre el presente. La realidad que vivimos en estos tiempos de crisis económica, que deviene en social y que amenaza con convertirse en institucional, está circulando por ambos raíles, el del cambio y el de la estabilidad. Un cambio profundo se adhiere a nuestras vivencias, el cambio que supone la pérdida de centralidad social del valor trabajo, de los derechos generados a su sombra, un cambio sí, pero un cambio hacia atrás, un brusco cambio de sentido. El futuro se preña de pasado, más precariedad, menos derechos, más desprecio hacia el factor humano de la producción. Y a su vez la profunda estabilidad de lo que debería cambiar, la pobreza creciente, la fagotización de la democracia en el fango de una política de ruido sin sentido, la marginación de los de siempre, la xenofobia latente, …
Vienen tiempos difíciles, vienen tiempos de incertidumbre, de paradojas, de contrastes; es necesario pues rearmar las ideas, configurar alianzas, crear sociedad, hacer frente al involucionismo creciente. Sólo desde compromisos compartidos, desde la recuperación de la identidad social, desde la convicción que es posible hacer frente a esta profunda banalización de la vida, podremos sobrevivir con dignidad a los nuevos retos. Y esta respuesta debe construirse desde el pensamiento mítico de la izquierda, desde los valores de la solidaridad, de la justicia, de la equidad y de la libertad. Nunca han gobernado los inaprensibles mercados, sino quienes gobiernan los mercados, pero tampoco nunca la política ha estado tan a merced de esos mercaderes. Fortalecer la sociedad, ahondar en el espíritu crítico, participar activamente en la construcción de la opinión y de las propuestas, activar la fortaleza de quienes participan de esas convicciones es el elemento básico para estructurar, para planificar y gestionar un futuro que tenga futuro.

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