domingo, 6 de febrero de 2011

DEBEMOS ENTERRAR LA SOCIALDEMOCRACIA: PUES SI, CUANTO ANTES (1)




Estamos observando en esta crisis como los partidos socialdemócratas europeos han entrado en una profunda melancolía. Arrollados por una crisis de carácter profundamente capitalista han sido incapaces de hacerle frente, excepto con la repetición de las mismas recetas: más mercado, más precariedad, más <libertad> al capital. Pero, sobre todo han demostrado una profunda incapacidad para poner en valor (en las acciones, no en los discursos) el pensamiento de la izquierda. Es más, han asumido con absoluta naturalidad el discurso prevalente en el <capital>. Esa vieja socialdemocracia nacida al amparo del <muro> de Berlín se está enterrando en sus propios escombros, desertada la voluntad de realizar una política diferente, se conforma con una suerte de supervivencia en la lucha por el poder. Abandonados los ejes que vertebraban su pensamiento se apuntan a ser un partido <atrápalo todo>, buscando desesperadamente ese inexistente centro político, tan transitado, tan virtual, tan incierto.
La puesta en cuestión de los Estados de Bienestar ha desnudado sus incomparecencias, atravesando recetas como la llamada Tercera Vía han angostado su futuro. Hoy no son capaces de ofrecer sino palabras huecas, discursos (cada vez más lentos, no sé por qué) evanescentes, compromisos incumplidos, confrontaciones artificiales y líderes de cartón.
La modernidad, la individualización social, la dictadura de la economía y del consumo creciente, han dado al traste con una suerte de posición social propia de una época que pasa, que se abre a nuevas realidades, que exige nuevos discursos, nuevas formas, nuevos modelos (de comportamiento y de acción). Con ellos se han ido por las catacumbas de la historia los partidos de una curiosa derecha social nacida igualmente al amparo de la postguerra. Eliminados los riesgos de un <comunismo> radical, la rendición se hace cada vez más evidente. El problema reside en que junto con su desastre, se han arramblado los compromisos sociales, la solidaridad, la justicia, la equidad, parecen conceptos decimonónicos, frente al frenesí del YO, centro de todas nuestras preocupaciones.
Por todo ello, cuanto antes enterremos esta desnutrida socialdemocracia antes podremos iniciar el proceso de reconstrucción de nuevas posiciones de izquierda. Si no fuera así, su hediondo cadáver seguirá constriñendo nuestro futuro. Y no he matado ni partidos, ni racionalidades, sólo estrategias que se tiñen de erráticas un día sí y otro también mientras arrastran los votos de la izquierda europea al furgón de cola. O acabamos con ellos, o acaban con nosotros en su propia decadencia. Francia, Inglaterra, Alemania, los países nórdicos, son la muestra, el Mediterráneo amenaza con ser su tumba. Y eso que, a pesar de todo, sigo pensando que ser socialdemócrata hoy es casi un acto revolucionario. Eso sí, siempre y cuando la Cancillera Merkel de el <visto bueno>.

1 comentario:

  1. Manolo,

    Tienes a tus seguidores en ascuas. Esperamos la segunda parte.

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